Ética Profesional
Blog de las asignaturas de Ética del Prof. Ricardo Montes Pérez
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miércoles, 14 de septiembre de 2016
jueves, 10 de marzo de 2016
PROGRAMA DEL CURSO
ÉTICA PROFESIONAL
DESCRIPCIÓN DE LA ASIGNATURA
La asignatura pretende que los alumnos formados en esta Casa de Estudios Superiores sean futuros profesionales que puedan asumir como parte de su formación una sensibilidad orientada a los grandes valores del humanismo cristiano, que les permita en su ejercicio profesional poner en práctica los valores de la justicia, la libertad, la valorización del trabajo humano y profesional.
Esta asignatura se ubica al término del plan de estudios de los futuros profesionales de esta Casa de Estudios, en vísperas de concluir su proceso de formación y a las puertas de iniciarse en el mundo laboral, en una sociedad inmersa en grandes y profundas transformaciones, que traen consigo no menores contradicciones valóricas. Esta situación, que conlleva una alta exigencia por la competitividad reinante, hace necesaria la profundización en el perfil de un profesional acorde a los valores entregados en esta casa de estudios.
Sin lugar a dudas que lo anterior, posibilita más que nunca la formación ética y humana de los
futuros profesionales, la que debe ir unida a la excelencia científica y técnica que, en ningún caso, merma de algún modo, la profesionalidad de los educandos sino más bien, la enriquecen, ennoblecen cualitativamente y la proyectan a nuevos horizontes plenamente humanos, transformándose así en un valor agregado a cultivar.
Esta aproximación ética le permitirá al educando valorar la importancia de esta dimensión en su vida personal y profesional. Para ello, se brindarán los elementos teóricos y prácticos que les permitirán a los profesionales un desempeño íntegro ante la vida social, laboral y personal, teniendo siempre como principio, causa y fin el respeto ineludible a la dignidad de la persona humana.
OBJETIVOS TERMINALES
Al finalizar la asignatura el alumno logre los siguientes objetivos:
1. Reconocer y apropiarse de un léxico ético fundamental que le permita reconocer conceptos tales como Profesión, ética, conciencia moral, juicio moral, discernimiento, conciencia, etc.
2. Valorar y reconocer la importancia de la dimensión ética en el quehacer profesional y en la construcción de una sociedad más justa.
3. Establecer los fundamentos y principios de la conducta moral y su proyección en la vida personal y profesional.
ARCHIVOS DEL CURSO
2. Dossier de la Asignatura DESCARGAR DOSSIER
miércoles, 26 de diciembre de 2012
LA ÉTICA COMO HORIZONTE DE SENTIDO DE LA EXISTENCIA HUMANA
- INTRODUCCIÓN
En nuestra sociedad,
siempre muy preocupada por lo inmediato, apenas nos queda tiempo y energías
para plantearnos estas preguntas, que se refieren al sentido[1], a la
razón de ser de las cosas. Nos interesa más el cómo que el para qué.
Continuamente nos preguntamos cómo podemos sacar más rentabilidad a nuestro
trabajo, cómo podemos salir adelante ante una reclamación que se nos hace, cómo
podemos imponer nuestra autoridad más efectivamente. Pero apenas nos paramos a
pensar por qué nos interesan tales cosas. Somos demasiado pragmáticos para entendernos
en cuestiones que no sirven para resolver ningún problema concreto e inmediato.
Tales preguntas, por ende, las consideramos inútiles.
Sin embargo, por mucho que nos empeñemos en
negarlos, esos para qué siempre
funcionan en nuestra vida. Nuestra conducta tiene una coherencia; nuestros
actos, por muy aislados e inconexos que parezcan, reflejan una orientación
común.[2]
Esta orientación, esos para qué que constituyen el terreno de la ética. La
ética, por tanto, orienta la conducta humana desde los valores que nos interesa
hacer realidad en cada momento. En la ética de cada uno está formulado
qué es lo que cada persona aspira a ser.[3]
1.
LA
ÉTICA COMO EJERCICIO DE LA LIBERTAD
- LA
LIBERTAD HUMANA
Con frecuencia nos quejamos de vivir en una sociedad
que, bajo las apariencias de una gran tolerancia y un profundo respeto a la
libertad, continuamente nos agobia con sus imposiciones. Sin embargo, no
podemos negar que vivimos nuestra existencia como algo exclusivamente nuestro[4].
Somos los dueños de nuestra vida. En los momentos más cruciales de ella,
nosotros hemos decidido qué rumbo le íbamos a dar. Y si no hemos gozado todo el
margen de libertad que hubiéramos deseado, luego hemos sabido adaptarnos a esos
condicionamientos porque no tolerábamos vivir violentados por ellos. En el caso
límite de ausencia total de libertad – que también estos casos se dan
desgraciadamente – somos nosotros los primeros en rebelarnos ante algo que
considerábamos injusto para cualquier persona.
Dejemos sentado, por tanto, que la libertad es el primer ingrediente de una existencia humana digna de
ese nombre[5].
Pero no nos contentemos con hablar de libertad sin concretar un poco más el
contenido que damos a esa palabra. Ser
libre no es sólo poder escoger: es escoger de hecho. El que siempre está en
condiciones de optar por todo es porque nunca ha optado por nada: es libre,
pero nunca ha usado su libertad. Optar significa cerrarse caminos: porque
escoger un camino implica renunciar a otros muchos. Aquí se expresa, al mismo
tiempo, la grandeza y la limitación del ser humano: grandeza, porque uno es
dueño de sí mismo a medida que va haciendo opciones que configuran su persona;
limitación, porque el ser humano, si quiere hacer algo concreto, tiene que
decir no a otras posibilidades. En este juego de opción y renuncia la persona
se va haciendo. Porque la persona que somos cada uno de nosotros no es algo
terminado desde el principio e inamovible, es una realidad que se va haciendo
poco a poco, que está en continuo movimiento. La persona no es, se hace. Basta
que miremos con un cierto detenimiento hacia nuestro pasado para que nos
convenzamos de que no siempre hemos sido los mismos: que ha habido un
crecimiento, un desarrollo lento pero continuo.
Evidentemente la libertad de que gozamos los humanos
no es omnímoda. Está sujeta a muchos condicionamientos. Algunos provienen de
esa misma libertad, en la medida en que ha sido ejercida, como acabábamos de
ver. Otros provienen del exterior, del entorno que nos rodea, o de la libertad
de los otros, como tendremos ocasión de ver.[6]
En todo caso, la libertad es la condición
indispensable para que haya ética[7]. Pero
la libertad en ejercicio, es decir, la libertad que se traduce en decisiones.
La decisión está presente en todos los ámbitos de la
existencia, sin excluir desde luego la profesional. La vida humana nos pone en
situaciones en las que es necesario decidir. El empresario, sin ir más lejos, o
todo el que tiene algún tipo de responsabilidad, necesita tomar decisiones. El
empresario es, por excelencia, el hombre de las decisiones. Un hombre indeciso,
a quien le abruma el riesgo que tiene que correr cada vez que decide algo y que
resiste siempre a tomar una decisión, es lo más opuesto a un empresario. Optar
es determinar el camino por el que se va a seguir avanzando, por consiguiente,
no optar es permanecer parados. Pero optar es también correr el riesgo de
equivocarse.
“Siempre que hay en juego una decisión estamos en el terreno de la
ética. Y esto es casi
afirmar que siempre estamos en el terreno de la ética. Más en concreto, todos
los campos de la vida profesional tienen una ineludible dimensión ética. Lo que
habrá que preguntarse en cada caso es ¿con qué criterios y en función de qué
valores decide una persona? Esta es la pregunta que nos sitúa de lleno en el
terreno de la ética. El que en la vida normal ni nos preocupemos de darle
respuesta, ni siquiera de formularla, no quiere decir ni que la pregunta no
exista ni que estemos actuando sin haberle dado de hecho una determinada
respuesta, aunque nunca hayamos llegado a explicitarla. Es tarea de la ética
también el ayudarnos para (o exigirnos) dar una respuesta a esas preguntas.”[8]
Pero volvamos al tema de la decisión ¿por qué es
difícil decidir? sencillamente, porque en la mayoría de los casos toda decisión
se enfrenta con un conflicto de valores. Es rarísima una decisión en la que
todo está a favor de una de las alternativas que se ofrecen. Lo corriente es
que cada una de ellas tenga sus pros y sus contras, y además que en la
evaluación de estos factores tengamos que habérnosla con un grado de
probabilidad limitado. Por ejemplo, ante la posibilidad de mejorar las
condiciones de trabajo en la empresa, son muchos los factores que entran en
juego; el riesgo que se corre dejando las cosas como están, el bienestar de los
trabajadores, los costes de operación y su repercusión sobre el sistema de
precios, las consecuencias del descontento que se pueda producir, etc. Son
todos factores difíciles de cuantificar y evaluar. Cualquiera que sea la
decisión final, dando la prioridad a unos valores y dejando en segundo término
otros, habrá de tomarse sin la seguridad de haber acertado y, por tanto,
dejando abierta la posibilidad de una ulterior rectificación.
Resumiendo, la ética implica el ejercicio de la
libertad humana, pero no de una libertad errática y caprichosa, sino que
orientada por unos valores que constituyen un cierto ideal personal con el que
se identifica cada sujeto. Y ese ejercicio de la libertad implica, por su
parte, tomar decisiones y asumir los riesgos que éstas siempre conllevan, en al
medida en que, por lo general, en todas ellas nos encontramos abocados a un
conflicto de valores.
B. ACCIÓN
HUMANA Y CONDUCTA
Como afirmábamos
arriba la importancia de la libertad es gravitante al momento de referirnos a la
ética. El sujeto de lo moral y de lo inmoral es la voluntad libre.[9]
Sólo los actos de la voluntad, y los actos
de otras facultades humanas (pensamientos, recuerdos, acción de
alimentase, etc.) en cuanto imperados o al menos consentidos por la voluntad,
pueden ser moralmente buenos o moralmente malos. Por eso la Ética se ocupa
únicamente de las acciones libres, es decir, de aquellas que el hombre es dueño
de hacer u omitir, de hacerlas de un modo o de otro.[10] Quedan
fuera del objeto de estudio de la Ética los procesos y movimientos que no son
libres, bien porque en el momento en que se realizan escapan al conocimiento y
a la voluntad (por ejemplo, el movimiento reflejo del brazo cuando sufre
inadvertidamente una quemadura), bien porque se trata de procesos que no es
posible dominar directamente y de la voluntad (desarrollo físico, circulación
de la sangre, etc.). Como lo propio del hombre en cuanto tal es ser dueño de
sus acciones, la Ética llama actos
humanos a los que proceden de la
voluntad deliberada, ya que el hombre ejerce el dominio sobre sus actos a
través de la razón práctica y de la voluntad, facultades que actúan en estrecha
unión. Las acciones no libres se
denominan actos del hombre.
Lo moral, entendido genéricamente como
opuesto a lo amoral (y no a lo inmoral), designa
el modo específicamente humano de gobernar las acciones. Este modo
específico de gobierno es necesario porque, a diferencia de lo que sucede con
otros seres vivos, las acciones humanas
no se acomodan instintiva y automáticamente a la realidad en que el hombre vive
y a los objetivos que le convienen; tiene que ajustarlos él mismo,
prefijándose sus fines y proyectando el modo de conducta, porque con ellos el
hombre “se conduce a sí mismo” hacia
los objetivos que desea alcanzar. Ya el uso común del lenguaje evidencia la
estrecha relación existente entre e gobierno personal de la conducta y de la
moral: de la persona que renuncia a proyectar y organizar racionalmente su
conducta, abandonándose al vaivén de los estados emotivos o al curso de los
acontecimientos, decimos que está “desmoralizada” o, al menos, que “está baja
de moral”. A la capacidad de gobernar la propia conducta está ligada la
responsabilidad moral. El hombre puede “responder” (dar razón) de aquellas
acciones y sólo de aquellas que ha elegido, proyectado y organizado el mismo,
es decir, sólo puede responder de las
acciones de las que el es verdaderamente autor, causa y principio.
La moral (en
sentido genérico) y lo libre tienen exactamente la misma extensión. Todas las acciones libres, y sólo ellas,
son morales; todas las acciones morales, y sólo ellas, son libres. Todo lo
que el hombre libremente es (justo o injusto, generoso o egoísta) y todo lo que
deliberada y libremente se proyecta y se realiza sea un comportamiento personal
(privado), interpersonal político no introduce ninguna diferencia sustancial al
respecto: el uso o abuso de bebidas alcohólicas que una persona hace en su
propia casa, el cumplimiento o incumpliendo de obligaciones profesionales, y
los actos legislativos mediante los cuales una comunidad política se da a sí
misma una determinada estructura jurídica, son realidades igualmente morales. Y
la razón es bien sencilla: todo lo que en el hombre no es determinado por e
instinto o por algún tipo de necesidad causal, ha de ser proyectado por la
razón práctica y querido por la voluntad, y esto es exactamente lo mismo que
ser gobernado moralmente. Manifiesta una notable incomprensión del punto ético,
por ejemplo, quien, refiriéndose a su vida privada, quisiera excusarse diciendo
a su vida privada, quisiera excusarse
diciendo: “en mi casa soy libre de obrar como me parece”. La moral concierne a
la persona humana precisamente porque ella es libre de obrar como le parece.
Quién se excusa de esa manera está diciendo, en realidad, que es
psicológicamente posible- y, en algunos casos, que es además jurídicamente
posible- evadir las exigencias de lo razonable, lo que evidentemente es verdad.
Pero para la Ética lo decisivo es que, en el mismo instante en que la persona humana
decide apartarse de lo razonable, esa decisión merece desaprobación, lo que
muestra que su capacidad psicológica de “obrar como le parece”, lejos de
ponerla fuera del ámbito de la moral, es precisamente lo que incluye en él.
El concepto de
conducta pone de manifiesto una nota que la idea de libertad no explicita
suficientemente, sobre todo si esta última fuese entendida como simple libertad
de coacción (como “poder hacer” lo
que se desea hacer, sin que nadie ni nada lo impida). Esa nota consiste en que
la libertad es una cualidad específica de la vida[11]. Y así
conducta significa también que las acciones libres- aún siendo muchas,
realizadas a lo largo del tiempo y en circunstancias muy diversas- constituyen
una forma de ser compleja, pero biográficamente unitaria ay dotada de sentido,
que podemos llamar “personalidad moral” o, sencillamente, “vida moral”, de la
que el hombre es autor responsable, porque él mismo la proyecta y la realiza
deliberadamente.
C. LA
ORDENACIÓN MORAL DE LA CONDUCTA
Todas las
acciones libres son morales en la acepción genérica empleada hasta ahora. Pero no todas las acciones libres son
moralmente buenas. Es una experiencia universalmente reconocida que algún
as acciones libres merecen alabanza moral y que otras, en cambio, merecen
desaprobación. De aquellas nos sentimos satisfechos; de éstas tarde o temprano
nos arrepentimos. La Ética no se limita a enseñar que las acciones voluntarias
pertenecen al reino de lo moral. Su misión es orientarnos para que sepamos
ordenar nuestras acciones voluntarias de modo que sean moralmente buenas. La
Ética debe reflexionar, por tanto, acerca de la bondad y de la maldad
específica de las acciones libres.
Aristóteles
inicia su Ética a Nicómaco poniendo de manifiesto que acción y bien son términos
correlativos: “Toda arte y toda
investigación, y del mismo modo toda acción y elección, parecen tender a algún
bien; por esto se ha dicho con razón que el bien es aquello a que todas las
cosas tienden”[12].
No hay acción humana sin tendencia consciente hacia un bien[13], y
sólo se puede hablar de bien en sentido práctico (que también recibe el nombre
de fin) si se trata de un bien realizado o realizable a través de la acción.
Nadie obra para hacer algo que bajo todo punto de vista es malo. Ningún hombre
cuerdo actúa para hacerse miserable o desgraciado. Pero como a la vez es
indudable que los hombres realizamos a veces acciones moralmente malas, que
querríamos no haber hecho nunca, es más exacto decir que la acción humana mira
siempre a un bien o a algo que nos parece un bien. Surge así la distinción entre
el bien verdadero y el bien aparente, entre lo que en verdad es un bien y lo
que parece ser un bien sin serlo verdaderamente[14].
A la luz de esta distinción, de importancia capital, se podría decir que la
misión de la Ética es ayudarnos a distinguir el bien verdadero del bien
aparente, para que la voluntad pueda dirigirse al primero y evitar el segundo,
que en realidad es un mal.[15]
Al explicar de
este modo la misión de la Ética, conviene precisar que hablamos del bien verdadero y del bien aparente refiriéndonos siempre a
la voluntad o a obras humanas en cuanto movidas por la voluntad. Esta
advertencia es necesaria para distinguir el bien y el mal del que se ocupa la
Ética, que podemos llamar también virtud y vicio, de otras acepciones
secundarias que el bien y el mal tienen en el lenguaje. Cuando nos quedamos
admirados de la inteligencia con que se ha realizado un robo o un homicidio,
hasta el punto de pensar que se trata de un crimen prácticamente “perfecto”, advertimos
que en esa acción hay algo “bueno” y “admirable”, pero la bondad a la que nos
referimos no es una cualidad positiva de la voluntad de los criminales, que es
sin duda una voluntad moralmente mala, sino una cualidad positiva de su
inteligencia, de su capacidad técnica, de su temperamento (sangre fría,
decisión, etc.). Algo parecido sucede cuando hablamos de un buen temático o de
un buen zapatero. No nos referimos a la bondad de su voluntad, sino al dominio
de una ciencia en el primer caso, y al dominio de una técnica en el segundo. Al
hablar de bien y mal con relación a las cualidades naturales de una persona
(inteligencia, sangre fría, etc.) o a las cualidades técnicas de la acción
humana, se alude a un bien o a un mal relativos; en ese contexto bueno y malo
significan algo así como “bueno o malo bajo un determinado aspecto o en cierto
sentido”: en virtud de sus cualidades intelectuales o técnicas alguien es
“bueno” como ladrón (en el sentido experto, hábil), como matemático, como
músico, como artesano, como militar, etc., pero no como persona. Por el
contrario, el bien y el mal propios de la orientación de la voluntad, es decir,
la virtud y el vicio, son el bien y el mal quelas acciones humanas poseen en
cuanto humanas en cuanto tal, en su totalidad: hacen al hombre bueno o malo en
sentido absoluto, sin restricciones. La injusticia o la hipocresía, por
ejemplo, hacen malo al hombre en cuanto hombre, y no en cuanto matemático o en
cuanto zapatero. Un hombre hipócrita o deshonesto puede ser, sin embargo, un
estupendo matemático o saber fabricar óptimos zapatos.
El bien del que se ocupa la Ética es bien
integral de la persona considerada en su unidad y totalidad;[16]
con palabras de Spaemann, “el punto de vista moral” juzga la acción como
buena o mala en orden a la vida como u todo; el “técnico”, teniendo presente la
consecución de fines particulares, como pueden ser la comprensión de las
matemáticas o la construcción de zapatos. Dentro de esta perspectiva del bien
en sentido total y absoluto, la Ética nos ayuda a distinguir entre lo que en
verdad es bueno y lo que sólo lo es aparentemente, entre la virtud y el vicio.
¿Cómo puede afrontar la Ética esta tarea?
La perspectiva
del bien total o absoluto se alcanza considerando que las acciones voluntarias
no son hechos aislados, sino que están entrelazadas entre sí formando una
conducta o, si se prefiere, una vida. Ese entrelazamiento se explica mediante
la finalidad, a la que ya hemos aludido. Toda acción mira a un bien o a un fin,
pero ese fin normalmente es querido no absolutamente por sí mismo, sino en
orden a otro fin, y así sucesivamente hasta llegar a “un fin que sea deseado
más que los otros y por sí mismo; sin este fin, el más propio y último de
todos, no habría fuerza propulsora y tendríamos el absurdo de una aspiración
sin objeto”.[17]
Hay que prestar
atención para no entender mal el razonamiento que estamos haciendo. No quiere
decir que para saber si una acción es moralmente buena o mala haya que
preguntarse si la vida de su autor es en conjunto buena o mala. El homicidio y
el fraude son acciones moralmente malas independientemente de cualquier otra
consideración. Lo que se quiere afirmar es que el bien real o aparente por que
se realiza una acción singular no es querido absolutamente por sí mismo, sino
en vista de otros fines y, definitiva, en vista de un fin último querido por sí
mismo, con el cual esa acción es objetivamente solidaria, y que la acción, aquí
y ahora, de la acción singular presupone la volición, aquí y ahora, de ese fin
último. Pensemos, por ejemplo, en una persona que un día incumple sus
obligaciones laborales porque no le apetece trabajar; al día siguiente abusa de
la bebida porque tiene ganas de beber; el tercer día descuida sus obligaciones
familiares porque está haciendo un trabajo que le gusta mucho y su mujer y sus
hijos en ese momento representan para él una molestia. El fin último de esta
persona no es el trabajar; ni la bebida; ni el trabajar mucho. Su fin último es
el placer, y por ello hace en cada momento lo que le presenta como más
placentero, que un día es no trabajar; otro, entregarse sin límites a un
trabajo que le apasiona. Otros hombres buscan en cada situación lo que puede
enriquecerles más, o darles más poder, o hacerles famosos, etc., y así el
género de vida que han elegido para ellos (su fin último) es, respectivamente,
la riqueza, el poder, la fama, etc. La voluntad de esas personas está orientada
hacia esos bienes, y en vista de ellos ordenan en cada momento sus acciones
libres
Para poder ayudar
a que las personas ordenen la propia conducta de modo moralmente bueno, la
Ética plantea explícitamente un problema que con mucha frecuencia la gente
resuelve de modo implícito y no suficientemente reflexivo. Una persona, por
ejemplo, puede dedicar casi todas sus energías al trabajo, que ve como la
actividad más importante, y por descuida su familia, su formación cultural y su
salud. Puede suceder, y de hecho sucede, que sólo al cabo de muchos años
advierte con claridad que el trabajo no le he dado lo que en él buscaba, y que
ahora tiene que afrontar la soledad, una salud seriamente dañada y un profundo
sentido de vacío y de frustración. Ya desde sus inicios en la Grecia clásica la
Ética ha reflexionado sobre estas experiencias de satisfacción, y ha
considerado que su principal misión consiste en evitar a los hombres estos
fracasos globales o, diciéndolo positivamente, en orientar la libre
determinación de los objetivos y prioridades a fin de proyectar y vivir una
idea llena de valor de la que no haya que arrepentirse más tarde. Para ello la
Ética trata de llevar al hombre hasta un nivel de reflexión que le permita
elevarse por encima de las necesidades y circunstancias inmediatas, para
indagar racionalmente acerca del bien de la vida humana en su conjunto. Se
trata, por tanto, de afrontar explícitamente y de modo reflexivo lo que para
los filósofos griegos era el problema del fin último, preguntándose: ¿qué es
razonable desear como bien último querido por sí mismo, y en vista del cual
ordenar todo lo demás?, ¿cuál es el verdadero bien de la vida humana
considerada en su conjunto?, ¿qué es la felicidad?, ¿qué tipo de persona es
justo ser y qué tipo de vida es justo vivir?. Una vez que se ha logrado
distinguir entre lo que es el bien verdadero para la entera vida humana y lo
que es sólo aparentemente, es posible saber lo que es preciso revisar o
modificar para realizar día tras día una conducta buena.
Únicamente en el marco de una reflexión sobre la
vida humana considerada como un todo se hace comprensible el concepto clásico
de fin último, felicidad o bien perfecto del hombre. Estos términos designan
simplemente el bien de la vida humana considerada en su totalidad. Desde esa
perspectiva podemos corregir la noción preliminar de Ética propuesta al inicio
de este capítulo, proponiendo otra más exacta: la Ética es el saber filosófico cuya misión es dirigir la conducta
hacia el bien perfecto o fin último de la persona.[18]
Esta nueva definición pone de manifiesto que el elemento nuclear de la
regulación moral de la conducta consiste en la orientación de la voluntad libre
hacia el verdadero bien perfecto del hombre, que desde el punto de vista
normativo concreto se traduce en obrar según las virtudes. También permite
entender con más rigor la distinción entre el bien y el mal del que se ocupa la
Ética (las virtudes y los vicios), y las cualidades naturales, intelectuales y
técnicas. Todas estas realizar el bien humano global como para lesionarlo o
destruirlo. Una cosa es ser inteligente, o hábil y otra es ser bueno. Sólo la
orientación de la voluntad libre hacia el bien humano es intrínsecamente buena
en sentido moral, es decir, sólo ella es virtuosa.[19]
1.
LA FUNDAMENTACIÓN ONTOLÓGICA DE LA LIBERTAD ÉTICA
“La pregunta moral (...)
no puede prescindir del problema de la libertad, es más, lo considera central,
porque no existe moral sin libertad”.[20]
Como venimos diciendo la
libertad es una de las características esenciales del ser humano, una libertad
que da significado a la existencia humana (condición antropológica) y, a la
vez, caracteriza el comportamiento humano como un obrar ético (estructura ética
de lo humano). Es decir, en cuanto libre el ser humano es un sujeto ético; su
obrar, por ser libre, se hace moral.
El concepto de libertad tiene dos niveles
relacionados y complementarios:
a)
La capacidad
de asumir el rumbo de la propia vida, de auto- determinarse (la estructura de la
persona humana)
b)
La
posibilidad real de poner en práctica esta capacidad, de realización efectiva (los
condicionamientos bio- psíquicos y socio- culturales que influyen en la persona
humana).
“La libertad moral se
sitúa entre la afirmación abstracta de la libertad en sentido ontológico y la
posibilidad concreta de exteriorizarla en las opciones diarias, vinculadas
siempre necesariamente a situaciones particulares y contingentes que delimitan
el campo de aquélla.”[21]
Por tanto, la libertad
constituye el horizonte de posibilidad (en oposición a necesidad) que da
significado a la existencia humana (un ser libre), y a la vez, dice relación a
la posibilidad efectiva del ejercicio de la libertad del individuo real en las
situaciones concretas (ejercer la libertad).
Ambos componentes de la
libertad son esenciales para la moral en cuanto la fundamentan como instancia
constitutiva del ser humano (la posibilidad de la auto- determinación introduce
lo ético como parte esencial del discurso sobre lo humano) y la configuran como
una realidad humana (una libertad que busca expresarse en medio de las
limitaciones del propio sujeto y las condiciones reales de la situación
concreta).
- DETERMINISMOS
Y MITIFICACIONES DE LA LIBERTAD:
Sin embargo, también
advierte contra dos posturas extremas: su negación y su mitificación.[22]
@
La
mitificación de la libertad: cuando llega el extremo de considerarla como un absoluto y, entonces,
como la fuente de los valores. Es decir, se le atribuye al ser humano el
privilegio de fijar, de modo autónomo, los criterios del bien y del mal. Esta
visión:
a)
Niega la realidad trascendente de la persona humana como criatura,
b)
Conduce a una ética individualista en el momento que cada cual crea su
propia verdad en la ausencia de una verdad común a todos.
@
La
negación de la libertad: al entender los condicionamientos de orden psicológico y social que pesan
sobre la libertad humana como una negación de ella. Además, se llega a definir
a la persona humana como simple y exclusivamente un reflejo de las costumbres y
hábitos culturales. La adquisición
moderna a favor de la libertad no ha escapado de una situación que se presenta
a la vez como ambivalente y contradictoria.
@
Por una parte, asistimos a procesos sociales que abren nuevas
posibilidades de expresión de la libertad (mayores cuotas de participación
en lo social, el predominio del sistema democrático en lo político, y la
creciente autogestión mediante la pequeña empresa en lo económico); pero, por otra parte, existen
signos de limitación de la libertad en los fenómenos de la masificación social
y homologación cultural que tienden a ahogar el espíritu crítico y la capacidad
creativa del ser humano.
@
En la cultura moderna la búsqueda
de la propia identidad (a nivel personal, social, étnico, etc.) está
acompañada por una mayor conciencia de los condicionamientos de índole
biológica, psicológica, social, política, económica y cultural del sujeto.
@
El concepto mismo de libertad se encuentra fuertemente distorsionado por
la presencia de algunas ideologías. Así, por ejemplo:
a)
Un concepto utópico que identifica la libertad con la mera proclamación abstracta y formal de
los derechos individuales sin la mediación e implementación de las
condiciones sociales necesarias para hacer posible el ejercicio efectivo de
estos derechos;
b)
Un concepto liberal- capitalista que reduce la comprensión de la libertad humana a la libre iniciativa del
individuo en la sociedad sin prestar atención a las exigencias objetivas de la
justicia[23]
que sitúa el bien individual dentro del marco del bien común;
c)
Un concepto privado de la libertad que le otorga un poder limitado en algunos temas que se
consideran de exclusiva responsabilidad de los individuos sin referencia a la
sociedad, y aceptando restricciones de lo que se estima como esfera
pública, sin relacionar adecuadamente lo privado con lo público y la
interdependencia entre ambas esferas.[24]
Una comprensión correcta
de la libertad humana, evitando los extremos de negación y mitificación,
implica la necesidad de afirmar “por un lado, el fundamento y la posibilidad de
ejercicio de la misma y haga suyo, por otro, el límite vinculado a la
precariedad de la condición humana, a su estar situada en el espacio y en el
tiempo y, consiguientemente, a la presión inevitable de los condicionamientos
que sobre ella se ejercen. Se trata, en definitiva, de hacer sitio a una visión
de libertad que, sin negar su consistencia, no encubra su densidad real y,
consiguientemente, los inevitables aspectos de limitación que la connotan y la
circunscriben.[25]
La posibilidad de
ejercicio no niega- ni es negado- el límite; a la vez que una limitación no
puede entenderse como negación sino como un situar en la realidad una
posibilidad para hacerla efectiva.
La libertad humana es una realidad compleja y es preciso comprenderla
dentro de algunas distinciones:
& La libertad humana no es absoluta, sino que está
condicionada. Sin embargo, esto significa que el ser humano carece de libertad
por estar totalmente determinado por factores biopsicológicos y
socioculturales. Una libertad condicionada pero no determinada (ya que en este
caso se negaría la misma libertad) denota una libertad humana.
& La libertad es un medio y no un fin, porque dice relación a un
objetivo o una meta. La capacidad de elección frente a distintas alternativas
establece a la libertad como un medio en función de una meta. Por tanto, el ser
libre de y el ser libre para constituyen dos momentos dialécticos de una misma realidad ya que el
ejercicio de la libertad implica el ser libre de... para poder auto-
determinarse frente a las alternativas.[26]
& Sólo en la capacidad de renuncia y la madurez de la
auto- disciplina en función de un valor superior se descubre el significado de
la libertad y su ejercicio. “Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos”. La
libertad madura significa el ser libre frente a la propia libertad para poder
justamente ejercerla libremente. Así, es preciso no confundir una manera de
ejercer la libertad (mediante una renuncia consciente, libre y por un valor
superior) con un límite impositivo y coercitivo a la libertad.
& Lo principal es ser libre
ya que la libertad es ante todo un modo de ser, un estilo de vida, una
actitud frente a la misma vida. Sin embargo, el hecho de ser libre implica
el tener libertades (religiosas, económicas, políticas, etc.), ya que de otro
modo el ser libre sería una vaciedad. Estas libertades no son concesiones
(desde afuera) sino exigencias (desde dentro del ser libre); lo cual implica
que sean ilimitadas ya que tienen que entrar en el universo de otras libertades
para construir juntos una convivencia respetuosa de la dignidad de cada cual.
& El ejercicio de la
libertad constituye un proceso, porque la libertad es un don y una tarea,
un elemento constitutivo de lo humano y un quehacer. Uno se hace libre
liberándose. Las malas elecciones en el ejercicio de la liberad restringen,
mientras las buenas la desarrollan y las hacen crecer.
- LA
RELACIÓN ENTRE LIBERTAD Y RESPONSABILIDAD
Libertad humana significa responsabilidad del
sujeto. La presencia de la libertad en la persona implica la responsabilidad,
que- su vez- supone la libertad. Es decir, existe una relación directa entre
libertad y responsabilidad: a mayor
libertad corresponde una mayor responsabilidad, mientras que a menor libertad
cabe menor responsabilidad.
Podemos definir la
responsabilidad como: la capacidad de las personas para responder de sus
actos. Esta capacidad exige la obligación de reparar los daños ocasionados y de
soportar el castigo previsto para la infracción cometida.
Sin desconocer la
importancia decisiva de la responsabilidad personal, ya que este
desconocimiento equivaldría a la negación de la individualidad de la persona,
también es preciso tomar en cuenta la responsabilidad colectiva.
“En una sociedad compleja
y con elevados niveles de estructuración institucional las decisiones humanas
no tienen nunca un carácter puramente individual; son, más bien y de manera
cada vez más fuerte, fruto del peso decisivo de factores sociales y culturales
que influyen en el sujeto y que, a su vez, producen resultados que van más allá
del sujeto y llegan a adquirir categorías de valores sociales y culturales.
Responsabilidad personal y responsabilidad colectiva terminan, pues, por
estructurarse e interactuar de forma cada vez más articulada y compleja”.[27]
RESUMIENDO PODEMOS DECIR QUE:
& La libertad es el poder,
radicado en la razón y en la voluntad, de obrar o de no obrar, de hacer esto o
aquello, de ejecutar así mismo acciones
deliberadas.
& Por el libre arbitrio cada
uno dispone de sí mismo. La libertad es en la persona una fuerza de crecimiento
y de maduración en la verdad y la bondad; y alcanza su perfección cuando está
ordenada a Dios.[28]
& La libertad caracteriza
los actos propiamente humanos. La libertad implica la posibilidad de elegir
entre el bien y el mal, y, por tanto, de crecer o de debilitarse. En la medida
en que la persona hace más el bien, se va haciendo también más libre.
& No hay verdadera libertad
sino en el servicio del bien y de la justicia. La elección de la desobediencia
y del mal es un abuso de la libertad y conduce a “la esclavitud del pecado”.
& La libertad hace a la
persona responsable de sus actos en la medida en que éstos son voluntarios.
& La imputabilidad y la
responsabilidad de una acción pueden quedar disminuidas e incluso suprimidas a
causa de la ignorancia, la inadvertencia, la violencia, el temor, los hábitos,
las afecciones desordenadas y otros factores psíquicos o sociales.
& Todo acto directamente
querido es imputable a su autor. Una acción puede ser indirectamente
voluntaria: cuando resulta de una negligencia respecto a lo que se habría
debido conocer o hacer (como, por ejemplo, en el caso de un accidente provocado
debido a la ignorancia del código de tránsito).
& Un efecto puede ser
tolerado sin ser querido por el que actúa (como, por ejemplo, en el caso del
agotamiento de una madre debido al cuidado de su hijo enfermo). El efecto malo
no es imputable si no ha sido querido ni como medio de la acción (como, por
ejemplo, en el caso de una muerte acontecida al ayudar a otra persona en
peligro).
& Un efecto malo es
imputable cuando es previsible y cuando el que actúa tiene la posibilidad de
evitarlo (como, por ejemplo, en el caso de un homicidio cometido por un
conductor en estado de embriaguez).
& La libertad se ejercita en
las relaciones interhumanas. El derecho al ejercicio de la libertad es una
exigencia inseparable de la dignidad de la persona humana.
& Este derecho debe ser
reconocido y protegido civilmente dentro de los límites del bien común y del
orden público.
2. LA ÉTICA: UNA APROXIMACIÓN A SU DEFINICIÓN Y SU
PROBLEMÁTICA
A. ¿QUÉ ES LA
ÉTICA?
Es una parte de la
filosofía que reflexiona sobre la moral,
y por eso recibe también el nombre de filosofía moral. A veces, en la vida
cotidiana, usamos las expresiones moral y ética como sinónimos. Sin embargo,
Ética y moral se distinguen simplemente en que, mientras la moral forma parte
de la vida cotidiana de las sociedades y de los individuos y no la han
inventado los filósofos, la ética es un saber filosófico. Mientras la moral
tiene apellidos de la vida social, como moral cristiana, moral islámica, la
ética los tiene filosóficos como aristotélica, estoica, kantiana, etc.
La etimología de las palabras ética y moral
en griego o latín es prácticamente el mismo, y significan carácter, costumbres.
Ambas expresiones hacen referencia a un tipo de saber que nos orienta a la
obtención de un buen carácter, que nos permite enfrentar la vida con altura
humana, que nos permita, en suma, ser justos y felices. La ética y la moral nos
permiten forjarnos un buen carácter para ser humanamente íntegros.
Moral, como
afirma López Aranguren, hace referencia a la
moral vivida y la ética a la reflexión sobre esa vida moral, una
moral formulada o pensada. Podemos afirmar que la moral es un tipo de saber que
pretende orientar la acción humana en un sentido racional. Es decir, pretende
ayudarnos a obrar racionalmente, siempre que por razón entendamos esa capacidad
de comprensión humana que arranca de una inteligencia sentiente. La razón es
capaz de guiar nuestro hacer vital, pero hunde sus raíces en ese humus fecundo
de nuestra inteligencia sentiente, del que en último término se nutre.
Sin embargo, la
ética se diferencia de los demás saberes racionales por su carácter práctico, que orienta
a la acción y no se queda en la contemplación o en la teoría. Pero un
actuar en un momento determinado sino que es un saber que nos orienta para
actuar racionalmente en el conjunto de nuestra vida.
La vida humana no
se refiere únicamente por leyes humanas, tampoco se construye según modelos
previamente incorporados a un devenir ciego e irreversible. Por el contrario,
las realizaciones humanas dependen en gran medida, de las decisiones libres y
responsables de los sujetos humanos implicados en ellas. Es difícil negar
racionalmente la existencia de una instancia moral al interior de las
realizaciones humanas. El hecho moral se impone como un dato espontáneo de la
objetividad.
B) DEFINICIÓN
NEGATIVA DE LA ÉTICA
q
LO QUE NO ES LA ÉTICA
Quizás desorienta esta primera aproximación a la
ética, que hace de ésta algo muy cercano al ideal que cada uno tiene de sí
mismo. Ello nos impulsa a descubrir algunas formas erróneas de entender la
ética. Habrá que eliminar de antemano cuatro falsas ideas sobre lo que es la
ética.
1.
LA ÉTICA NO ES ALGO EXCLUSIVAMENTE DEPENDIENTE DE LA
RELIGIÓN
A veces se califica a la ética como “cosa de curas”.
Tradicionalmente, siempre que queríamos saber si algo era lícito o no, se iba a
consultarlo a un cura.
Hoy, sin embargo, se acepta cada vez con mayor
naturalidad que la ética es algo inherente a la vida de toda persona. Todos
tenemos una determinada concepción de la vida, unas actitudes o un talante
general ante la existencia, independiente de que seamos personas de
convicciones religiosas. Se puede ser un perfecto ateo y tener ideales éticos
muy elevados. Y al revés, ¿cuántas veces se critica a los que se llaman
creyentes por sus formas de comportamientos que se consideran inconsecuentes?
Una primera conclusión se impone: toda persona, al margen de sus creencias religiosas, tiene una ética,
en la medida en que se comporta de acuerdo con unos valores. El ser humano es,
por su propia naturaleza, sujeto ético.
2.
LA ÉTICA NO PUEDE REDUCIRSE A UN CONJUNTO DE NORMAS
Esta concepción tiene cierta relación con la
anterior. La ética se entiende como algo
que recibimos desde fuera, desde una instancia que tiene autoridad para
imponérnosla. La ética se reduce, entonces, a un conjunto de normas, con las
que se pretende ofrecer una pauta de conducta para cualquier situación en que
se encuentre el ser humano. Cuantas más normas, mejor queda cubierta esa amplia
gama de situaciones a las que tenemos que responder. En esta postura no interesa
tanto comprender el por qué de la norma cuanto saber qué norma hay que aplicar
en cada momento.
Según esta
concepción, la ética queda reducida a un puro
automatismo normativo. No queda, en cambio, espacio alguno para el
ejercicio de la libertad y la responsabilidad. Si el sujeto tiene, en cada
caso, predeterminado hacer por cada norma, ¿qué posibilidades tiene de actuar
con responsabilidad? Una ética así no hace al ser humano más persona, sino que
lo infantiliza. Son muchas las críticas que se hacen en la sociedad actual a
esta forma de vivir la ética: todas se pueden resumir diciendo que una moral
así entendida empobrece al ser humano, lo mantiene en un estado de permanente
infancia e inmadurez. Lo triste es que son muchos los que buscan vivir así porque
el cumplir normas que vienen de fuera evita el cargar con el riesgo de una
decisión que depende de uno mismo. A personas de poco ánimo el refugiarse en
otros y descargar sobre ellos la responsabilidad de su propia conducta les da
la seguridad que no encuentran en sí mismos.
Se
desprende de aquí una segunda conclusión; el
carácter personal de la ética es irrenunciable. Por eso no es admisible
entender la ética como un puro conjunto de normas que se nos imponen desde una
autoridad exterior a nosotros, sea religiosa o no (puede serlo una persona que
nos merece confianza, un ambiente determinado o la sociedad en su conjunto)
3.
LA
ÉTICA NO PUEDE REDUCIRSE A UN CONJUNTO DE PROHIBICIONES
La ética serviría
para establecer esa frontera que no se
puede traspasar, más acá del cual todo está prohibido (el mal), todo lo
demás ya es indiferente, dentro del ámbito de lo no prohibido cada uno puede
actuar sin más criterio que el de sus propias conveniencias.
Tampoco esta forma
de entender la ética convence por su
carácter eminentemente negativo. Efectivamente cada prohibición supone un
límite que no se puede traspasar. Pero el ser humano es más ambicioso en sus
aspiraciones. Sabe, por ejemplo, que no es lo mismo no matar que respetar la
vida del otro y, que dentro de ese respeto caben muchos grados. Por eso, cuando
el hombre se encuentra ante diversas posibilidades de acción, espontáneamente
se preguntará cuál de ellas merece más la pena: dicho de otra manera, cuál es
más coherente con nuestros ideales, o con aquello a que aspiramos cada uno en
la vida.
También
de aquí podemos llagara una tercera
conclusión; frente a una ética de la prohibición, nosotros optamos por una ética de los valores; frente a una
ética negativa, estamos a favor de una ética afirmativa.
4.
LA
ÉTICA NO ES ALGO QUE PERTENECE SÓLO A LA VIDA PRIVADA
Las relaciones
familiares, conyugales, el mundo de la sexualidad, etc. (¿cuántas veces se
reduce, desgraciadamente, la moral a la moral sexual?) Es decir, la ética queda
encerrada en aquél ámbito de nuestra existencia en que no tenemos que entrar en
esa dura confrontación con los otros que supone la vida profesional, el trabajo
o cualquier otra actividad pública. Se hace así una contraposición tajante
entre la vida privada y la vida pública: la primera es la que depende
exclusivamente del sujeto, mientras que en la segunda tenemos que movernos
siguiendo las pautas que se nos marcan desde fuera y que no está en nuestras
manos determinar. Dejarse llevar por ideales éticos en este ambiente es
condenarse a salir siempre perdedor; la dureza de la lucha pro la existencia
obliga a ser enormemente realista y pragmático.
Lo cierto es que no
puede uno andar ingenuamente por la vida, como si viviéramos en un mundo de
ángeles. Pero tampoco es justo pensar que en nuestra sociedad todo es egoísmo y
lucha sin cuartel de unos contra otros. Por otra parte, ¿es posible ser una
persona en casa y otra, completamente distinta, fuera de ella? No es eso lo que
nos enseña la experiencia de cada día. Ni a la larga nos produce satisfacción
el vivir esa especie de esquizofrenia permanente, cuando además pasamos una
gran parte de las horas de nuestra vida fuera del hogar.
Una
última conclusión se impone: la ética
abarca todos los ámbitos de la existencia, no sólo la vida privada. La unidad
de la persona impide que lo que somos en un sitio no aparezca en todos los
lugares en que nos movemos, o que los valores que nos atraen en unos momentos
nos dejen indiferentes en otros. Por tanto, la ética se extiende también al
campo profesional y empresarial, a pesar de que muchas veces nos resistimos a
aceptarlo.
D.
LA
DOBLE VERTIENTE DE LA ÉTICA:
La moral tiene una
doble dimensión; una objetiva y otra
subjetiva, es decir, en cuanto objetiva
la ética indica la construcción o destrucción normativa de la realidad humana.
Y en cuanto subjetiva, la ética
expresa el grado de coherencia o incoherencia del sujeto humano responsable. En
este sentido, la ética consiste en una pregunta con doble dimensión, ¿Qué es lo
bueno? (Realidad objetiva) y ¿qué debo hacer para realizar la bondad objetiva?
(realidad subjetiva)
·
Cuando la ética insiste preferentemente en
el polo SUBJETIVO de la dimensión moral, entonces surge un discurso de signo:
-
INDIVIDUALISTA; se mide sobre todo
la responsabilidad de los sujetos individuales, sin tener en cuenta el carácter
colectivo de las decisiones responsables.
-
ACTUALISTA O VOLUNTARISTA: el discurso ético
se fija en la dimensión moral de los actos o de las voluntades (intenciones) de
los sujetos, sin tener en cuenta las implicaciones morales de las instituciones
y de las estructuras.
·
Por el contrario, cuando la ética insiste
en el polo OBJETIVO de la dimensión moral, entonces aparece un discurso ético
con tonalidad:
-
COLECTIVISTA; la
responsabilidad moral se descarga en el colectivo en cuanto sujeto de
decisiones, desapareciendo así la responsabilidad de los sujetos singulares.
-
INSTITUCIONALISTA Y ESTRUCTURALISTA: se hace descansar
la bondad no en las acciones de las personas, sino en las instituciones y
estructuras que conforman la realidad humana.
La verdadera ética
es la que es capaz de integrar en síntesis dialéctica la responsabilidad tanto
individual como colectiva, y el efecto tanto actual como institucional y
estructural de las decisiones responsables.
E.
LAS
FUNCIONES DE LA ÉTICA:
Son muchas las
funciones que se le asignan a la ética. De entre ellas se destacan dos como
prevalentes; la función crítica y la función utópica. Por la primera la ética
es capaz de detectar, desenmascarar y ponderar las realizaciones inauténticas
de la realidad humana. Mediante la segunda función la ética proyecta y
configura el ideal normativo de las realizaciones humanas. Estas dos funciones
se interrelacionaría en la trama social en que acaece lo justo o lo injusto. El
nivel moral de la realidad social corresponde a la configuración humanizadora o
deshumanizadora de la sociedad.
La doble función
crítico utópica de la ética se concreta en estos tres dinamismos de análisis y
propuestas:
·
La búsqueda de fines y de significados.
·
La necesidad de utopías globales.
·
El valor inalienable del hombre y de todo
hombre y de todo grupo humano.
Como lo afirma
Muguerza “la ética es intrínsecamente utópica, si bien no en un sentido
escatológico. La ética es utópica porque nace de la constatación de un hiato
entre lo que es, lo que hay, la realidad y lo que creemos que debería ser o
haber en cada caso. Pero la ética no necesita de ninguna escatología, esto es,
no necesita para nada confiar en que el deber ser moral y el ser histórico
vayan a coincidir jamás, sea a la corta o a la larga. Para que la ética surja
basta y sobra con constatar que aquí y ahora no coinciden, que la realidad del
momento en que vivimos no merece ser tenida por justa tal cual es. Y esa es la
única utopía, la utopía en sentido ético, la utopía ética, que probablemente
sea permitida en estos tiempos disutópicos”.
F.
ETHOS
Y TALANTE:
La dimensión ética
de la persona se constituye y se expresa mediante su ethos. Siguiendo a
Aranguren se puede afirmar que el carácter, éticamente considerado, es la personalidad
moral, lo que al hombre le va quedando “de suyo” a medida que la vida pasa;
hábitos, costumbres, virtudes, vicios, modos de ser, en suma, ethos. La tarea
moral consiste en llegar a ser lo que se
puede con lo que se es. Conviene recordar que la personalidad moral no se
da de una vez toda entera, va acaeciendo una vez entera, va sucediendo poco a
poco:
“El
Ethos, carácter o personalidad moral, va siendo definido a través de cada uno
de los actos humanos... En cada acto hay dos dimensiones, lo que tiene en sí de
acto concreto y aislable, y la figura de felicidad que con él se define o se
contribuye a definir. Evidentemente, esta figura apropiada excede enormemente
del acto concreto. Y sin embargo, el hombre ve con más relieve el acto y se
siente más responsable de él que de aquella figura que se va modificando
paulatinamente a través de los sucesivos actos, o que cambia bruscamente”
Si en la ciencia
moral el ethos es el objeto formal de la reflexión ética, en la moral vivida es
la instancia globalizadora de la persona moral. Es la categoría que define al
hombre en cuanto realidad ética. Para saber el significado preciso de “Ethos” o
carácter moral conviene relacionarlo con el “Pathos” o talante. Lo ético y lo
político tienen una finalidad que merece ser destacada.
“El
Pathos o talante es nuestro modo de encontrarnos bien, mal, tristes, confiados
y seguros, temerosos, desesperados, etc. En la realidad... el Pathos no depende
de nosotros, al revés, somos nosotros quienes nos encontramos con él y en él.
Justamente por eso ha podido hablar Heidegger de la Geworfenheit. Hemos sido
puestos en el mundo, “arrojados” en él o, mejor, enviados a él, con una
esperanza o una angustia radical, fondo permanente, que sale poco a superficie,
de los cambiantes estados de ánimo, sentimientos y pasiones"
El talante no se
define por emociones pasajeras, ni por hábitos adquiridos, es algo profundo. El
talante, sin embargo, no puede ser entendido como la primordial manera de estar en la realidad El Pathos se asienta sobre una realidad más
biológica, lo que biológicamente aparece como vital o, si se quiere,
temperamento, es en cuanto anímicamente vivido, talante.
Existe una
correlación entre Ethos y Pathos. Así como toda la vida moral se articula en la
unidad del carácter moral, así toda la vida de los sentimientos encuentra su
centro unificador en el talante. “Pathos y Ethos, Talante y carácter, son pues,
conceptos correlativos. Si Pathos o talante es el modo de enfrentarse, por
naturaleza, con la realidad... Talante y carácter son, pues, los dos polos
opuestos de la vida ética; premoral el uno, auténticamente moral el otro. Pero
importa mucho hacer notar que solo por abstracción son separables... El hombre
constituye una unidad radical que envuelve en sí sentimientos de inteligencia,
naturaleza y moralidad, talante y carácter.
El carácter no
puede prescindir del talante. La vida ética de la persona se realiza desde la
condición de su talante. Cada hombre tiene un talante fundamental, aunque sobre
él existan muchos modos y variaciones. La vida moral tiene que contar con esa
realidad para construir sobre ella la figura de la ética. Algunos hombres
encontrarán en ese (talante) su mejor colaborador...” para otros, en cambio, la
tarea ética consistirá en luchar, a la largo de su vida, con el mal talante que
les ha sido dado. Pero también estos últimos, para luchar contra el talante,
tendrán, en cierto modo, que adaptarse a él.
[1] En relación con ello son interesantes los
trabajos presentados por Maximiliano Figueroa; “Una Educación con sentido”,
donde expone sucintamente los elementos fragmentarios de la sociedad moderna.
También ver mi blog www.ethosytalante.blogspot.com
especialmente los artículos “La ocupación del consumo” y “La educación entre la
libertad, la igualdad y la solidaridad”.
[2] Es lo que Aranguren denomina Moral como Estructura. Todos los hombres
poseemos un anclaje que posibilita la realidad moral. Esta estructura moral del
hombre está dada por el hecho de que el hombre tiene que habérselas consigo
mismo, conducirse en su vida, y la moral será la manera en la que el hombre se
conduzca en la vida.”No sólo la actualidad de esa conducción sino, en las
posibilidades de sí mismo que haya preferido”. ARANGUREN; Ética, pág. 69.
[3] Desde esta perspectiva nuestro curso dará el
salto de la ética normativa (en la que importan las normas por sobre todo) a la
ética de los valores, en la que se establece la realidad antropológica de la
existencia humana como fundamento de la realidad moral.
[4] Ya los existencialistas nos hacían notar esta
realidad cuando afirmaban que el existir humano estaba condicionado por una
característica fundamental; el habérnoslo
con nuestra libertad. J.P. Sartre en “El existencialismo es un humanismo” llega a afirmar que estamos
arrojados a la existencia y condenados a ser libres.
[5] A diferencia de los demás animales el Hombre
no viene con una estructura específica que le otorga su especie. Su capacidad
instintiva y de sobrevivencia es menor que la del resto de las especies. El
hombre debe adecuarse a la realidad para sobrevivir; una adecuación que, en
contra del resto de los seres vivos, exige un mayor sacrificio y apropiación.
[6] Existen muchos
condicionamientos, tanto internos (psicológicos, biológicos, genéticos) como
externos (sociales, económicos, políticos y religiosos, entre otros) que
limitan nuestra libertad, pero ello no obsta que podamos ejercerla Afirmar lo
contrario, significaría asumir los determinismos de cualquier índole que
siempre están presentes en una visión pesimista de la existencia humana.
[7] Sto. Tomás de Aquino refiere a dos tipos de
actos que se dan en el hombre; los actos voluntarios y los no voluntarios. Los
primeros son aquellos que son propios del hombre porque incorporan los elementos
de autodeterminación propias de la existencia humana.
[8] CAMACHO; Ildefonso; Doble Dimensión de la Ética; UCA, 1997.
[9] RODRÍGUEZ; Angel; Ética General, Eunsa, España, pág. 20.
[10] Establezcamos que las acciones libres son
aquellas que tienen una finalidad, es
decir, con ellas pretendemos alcanzar ciertos objetivos o fines (en el caso de un profesional que
ejerce la ingeniería será la de entregar un bien a la sociedad), tienen un carácter intencional,
es decir, las acciones humanas libres son aquellas que están motivadas o a las
cuales les otorgamos ciertas razones para realizarlas, (las hacemos por el bien
de algo o de alguien), son proyectadas,
es decir, se enmarcan dentro de un plan, un proyecto personal o social, en el
que realizarlas se adecúa a las finalidades anteriormente establecidas. Y por
último, las acciones libres se atribuyen
a un autor.
[11] Como veremos más adelante la Libertad responde
a la estructura antropológica del Ser Humano.
[12] ARISTÓTELES, Ética a Nicómaco, Capítulo I, Libro I.
[13] “Todo bien es una
conveniencia de un ente a otro, es decir, un ente es bueno en la medida en que
exista al menos un ente al que competa naturalmente convenir con todo otro
ente. Lo anterior implica que la noción de bien implica la noción de
conveniencia. Esto es, que algo es un bien para un ser en la medida en que
perfecciona realmente su ser. Esto quiere decir que debe existir una proporción
entre lo apetecido y el apetente. El aquinate considera la existencia tres
niveles de bondad; el nivel ontológico, el nivel natural y el nivel moral. Por
lo que nos dirá Santo Tomás que cuando hay mal moral en una acción no hay mal
ontológico; “Lo mismo sucede con el bien natural. La bondad natural de una
acción humana se origina en su acto de ser, pero su bondad o maldad no se
predican unívocamente si esa acción es considerada según ‘specie natura’ o según ‘specie
moralis’ Y es que para Santo Tomás el ser y el bien no son convertibles
simpliciter”. La diferencia entre los bienes naturales y los bienes morales
estriba que en los segundos existe la presencia de la voluntad. Habíamos
afirmado más arriba que todo acto moral es un acto voluntario, y, según
Martinez, para Santo Tomás, decir moral es decir humano. Por lo que, todo acto
humano es un acto moral y como la comunidad; política social u otra, es una
actividad humana, por tanto, las acciones morales, buenas o malas, influyen
directa e indirectamente en la vida comunitaria.” MONTES PÉREZ, Ricardo; Los
fundamentos de la Solidaridad, los elementos configurantes del concepto de
solidaridad en el pensamiento de Karol Wojtyla, PUCV, 2011, Capítulo III (tesis
doctoral)
[14] RODRIGUEZ, Op. Cit. Pág. 23.
[15] Ibid.
[16] Desde esa perspectiva es que afirmamos que la
ética atiende a los bienes últimos y los diferencia de los aparentes.
[17] BRONTANO, f; El Origen del Conocimiento, Real Sociedad Económica Matritense de
Amigos de París, Madrid, 1990, Pág. 25.
[18] AQUINO, Sto Tomás; Comentario a la ética a
Nicómaco, Ciafic, B. Aires, 1983.
[19] RODRÍGUEZ, Op. Cit. Pág. 30.
[20] VIDAL, Marciano; Ética Personal, Ediciones San
Pablo, España, 1993.
[21] Ibid. Pág. 55.
[22] En la
carta encíclica sobre algunas cuestiones fundamentales de la enseñanza moral de
la Iglesia, Veritatis Splendor (1993), Juan Pablo II destaca la particular
sensibilidad contemporánea con respecto a la libertad como fundamento de los
derechos humanos y expresión de la dignidad de toda persona humana.
[23] Resalta, por ejemplo, en la Declaración
Universal de los Derechos Humanos, aprobada por las Naciones Unidas en 1948,
que se expongan de manera detallada las libertades individuales y colectivas y
no se haga hincapié en los deberes de las personas para con el uso de esas
libertades.
[24] Es el caso de los derechos reproductivos en el
que se afirma la absoluta autonomía de las mujeres en el uso de su cuerpo que
puede llevar a la aplicación de abortos, cuando se piense que el embarazo no concuerda con el proyecto vital de
determinadas mujeres, dejando de lado el derecho inviolable a la vida de los
seres humanos en gestación.
[25] “Por
tanto, la libertad de elección no lo es todo ya que más importante aun es
elegir bien. “La auténtica libertad humana no consiste tanto en la posibilidad
de elegir cuanto en elegir lo que corresponda a un crecimiento verdadero de la
persona, de acuerdo con sus potencialidades y su irrepetible vocación”. VIDAL,
M; Op. Cit.
[26] Los medievales establecían la diferencia entre
Libertas Maior y Libertas Minior. Entendían la segunda como aquella capacidad
de ejecución del libre albedrío (elección entre el bien y el mal) y la primera
como la capacidad de optar siempre por el bien. Esta última es precisamente la
libertad propiamente tal.
[27] Ibid.
[28] Desde
una perspectiva ética, la persona humana se comprende básicamente como un ser para el encuentro, ya que es en el encuentro consigo mismo, con
lo trascendente, con los demás y con el mundo (estructuras, instituciones,
naturaleza) que la persona se va descubriendo frente a sí misma y frente a los
otros. Idea en la que nos detendremos más adelante.
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